Encuentros Milleriano – Sutilezas
analíticas – 2da parte.
Comentario clases 11, 12 y 13.
Hola a todos, me encomendaron el comentario
de las clases 11, 12 y 13 de Sutilezas. Dado la densidad de las clases y lo
acotado del tiempo disponible, voy a intentar trazar un par de hilos
conductores que a mi parecer permiten hacer una lectura conjunta de los tres
capítulos del libro.
Creo que podemos por un lado leerlas a
partir de la clave que Miller nos brinda al principio de la clase 11, en relación
a la oposición entre experiencia y teoría en relación al psicoanálisis, y en
este sentido trazar a su vez un segundo eje, transversal a este primero que es
la relación entre la primacía de lo simbólico, y la primacía de lo real,
correspondiente a la orientación de la ultimísima.
En la tercer clase, que se llama “se
termino, entonces, el pase”, podemos encontrar un breve testimonio de un AE, el
cual Miller junto con Eric Laurent y Esthela Solano comentan, de donde tomare
un par de detalles para cerrar el arco de este recorrido.
Entonces, ¿que es lo que podemos leer en
relacion a este primer eje “experiencia vs teoría”? Primero y principal, una
separación entre ambos términos, la experiencia psicoanalítica no es la teoría
psicoanalítica, en todo caso una sería condición de la otra, el tema es
encontrar qué vino primero, el huevo o la gallina.
Miler plantea una doble vertiente al
respecto, por un lado la teoría corre siempre detrás de la experiencia. Esto ya
lo plateaba Freud, si la experiencia no logra ajustarse a la teoría, lo que hay
que cambiar una y otra vez, es la teoría que lee esa experiencia.
Sin embargo, en el origen fue el verbo.
El primer paso para que pueda haber una
experiencia del psicoanálisis, fue el que dio Freud, estableciendo el campo de
este. Es decir que, si bien la experiencia siempre precede a la teoría, en
tanto la psicoanalítica se trata de una experiencia inédita, debe primero
establecerse de qué manera pensar esta experiencia. De otra manera: Freud inaugura
una nueva manera de pensar. El pensamiento hasta Freud, siguiéndolo a Miller,
podríamos decir que se basaba -el pensamiento moderno quiero decir- en los
fundamentos del cogito cartesiano, y que en ese sentido se alinea también con
toda la filosofía occidental previamente establecida, de Platon a nuestros
días, el pensamiento siempre tuvo una existencia propia, una autonomía que le
daría ser y donde en todo caso el intelecto humano seria un accidente de este,
una manifestación.
Freud entonces inaugura el pensamiento
inconsciente, y le quita esta autonomía al pensamiento, propio de la
modernidad, dándole dependencia directa de una falta. Es decir que el
pensamiento en tanto que inconsciente, se sostiene en un desconocimiento, en
una ausencia de saber, en un saber faltante.
Nos dice Miller al respecto que: “Ser
analista es lograr poner a la gente que se lo solicita en su carácter de tal en
la posicion de yo no se”
El psicoanálisis entonces se sostiene en
las antípodas de la psicoterapia, allí donde esta busca sostener un saber, el
psicoanálisis busca develar que en definitiva, en el fondo, esta verdad, para
poder ser sostenida, implica un “yo no se”, un no saber.
Continuando con la clase, se llega a un
tratamiento del fantasma como anudamiento del lenguaje y el goce. El fantasma
funciona como una cierta respuesta al problema que se le plantea a Lacan en
relacion a la pulsion, puntualmente a la relacion entre los dos modelos
pulsionales que construye Freud. Es a partir de esta articulación que Miller
lee en Lacan que la pulsion es una cadena significante, solo que los
significantes se toman del cuerpo, son significantes organicos.
No quisiera que se pierdan estos dos puntos
que luego tratare de articular. Por un lado que el pensamiento inconsciente se
sostiene en un desconocimiento fundamental, y por el otro esta manera de armar
la pulsion que tiene Lacan, como una cadena de significantes tomados del
cuerpo.
Retomo. Es entonces a partir de esta
articulación que plantea una pata en lo simbolico, y una pata en el goce, que
es el fantasma, que Lacan pensara el fin de análisis como su atravesamiento. El
lograr separar lo que es del orden de la lógica significante, de aquello que
está, no digamos más allá sino
desafectado de esta. En realidad Miller plantea que los tres registros se
relacionan aquí, lo imaginario por ser el fantasma una escena, lo simbolico por
ser una frase, y lo real en tanto hay cierta condición de goce que se pone en
juego.
Se juegan entonces dos maneras de abordar
el goce, el transgresivo del seminario 7, que lo plantea como un mas alla del
lenguaje, de la ley, y el del seminario 20, el que esta en todas partes. Por un
lado la trascendencia del goce, y por el otro una inmanencia, algo que esta
allí desde el vamos, desde el inicio. El goce transgresor no logra captar la
dimensión positiva del goce del sinthome, asi como lo hace la formulación del
goce en todas partes.
El atravesamiento del fantasma, en esta
perspectiva del goce en todas partes implica entonces ya no ir mas alla de un
goce marcado por la dinámica placer-displacer, sino ligado al orden de la
satisfacción, en palabras de Miller “andar bastante mejor”.
Esto marca entonces, que lo que habría al
final de un análisis, en tanto ya no se trata de un atravesamiento, no se trata
de un saber sino de una satisfacción alcanzada. Esto a su vez problematiza el
lugar del final de analisis, ¿como diferenciarla de una detención, y que lugar
para el pase y su testimonio a partir de ello?
Dejo la pregunta planteada y continuo.
Esta nueva perspectiva del goce da lugar a
la verdad mentirosa. El goce queda a resguardo de cualquier calificativo o
adjetivo, ya que no es alcanzable por la verdad, no es posible mas que mentir
respecto al goce. Este punto marca entonces algo central para la clínica, el
que hay que hacer hablar en el análisis, no es al sujeto –este siempre se
dirige al Otro- y por ello es de pura lógica, sino que hay que hacer hablar al
cuerpo. Reordenando los terminos, hay que dar lugar a que –en el sentido
heideggeriano del termino aletheia-
se revele el cuerpo hablante, se
des-oculte.
Es decir, que diga sus misterios, y no sus
matemas, regidos estos últimos por la lógica significante. Según se ecuche al
sujeto o al cuerpo hablante tendremos dos experiencias completamente
diferentes, una se encuentra en relacion a la verdad, y la otra en relacion al
goce.
En este sentido Miller justifica el
agregado de Lacan, del termino real separado del de realidad. La verdad del
sujeto en tanto interpretación por el sentido, apunta entonces a la realidad
siempre fantasmatica, por otro lado, la interpretación en tanto esta apunta a
una revelación, en tanto que
desocultamiento de ese real, busca facilitar el levantamiento del velo de la
realidad sobre este real, ayudar a des-velar ese fragmento en un rechazo del
semblante que miente. De este modo, tenemos entonces de un lado el goce real, y
del otro el semblante en tanto que articulación simbolica e imaginaria.
Esto explica por que cuando hablamos de
goce del sinthome, se trata del goce que hay, de la satisfacción, un orden que
no puede ser demostrado, sino experimentado, y experimentado como aquello que
no engaña, que no miente, pero tampoco dice la verdad.
¿Quizas podríamos decir cercano a la
certeza psicótica?
Hago dos breve señalamientos respecto al
capitulo 13 y cierro retomando dos puntos que había dejado en suspenso mas
arriba.
Primero, luego del testimonio, Miller
puntua que se hace referencia a un recorrido por tres analistas diferentes a lo
largo del tiempo, pero que siempre se habla de “el analista”, sin importar
quien fuera este. Esto lo apareo con el señalamiento de lo que Miller ubica
como una “pretransferencia” en el AE respecto a su primer analista “yo sabia
que era él”, dice. Si bien el recorrido del análisis pasa por tres analistas
distintos, con sus idas y vueltas, siempre se trata de “el analista”. Este “yo
sabia que era él” es la manera en que Miller lee en el testimonio, el lugar de
la urgencia, y que resulta previo a cualquier operación, y es también del orden
de una certeza que si se la intenta verificar a lo largo del tiempo, resulta
incontrastable, siempre era el analista el que estaba ocupando ese lugar del
“eral él”. Por otro lado, algo que me sorprendio fue la siguiente frase, cito:
“Por lo tanto, de cierto modo, es usted
quien creó eso, quien le da un valor. Asi como Lacan podía decir que el
analista forma parte del concepto de inconsciente, hay que subrayar que el analizante forma parte del concepto de
interpretación. Por cierto, usted tomo interpretaciones tan tontas que
resulta claro que si se vuelven agalmaticas es por su causa.”
No es como decir que el analizante se
analiza solo, o se interpreta solo, sino que pone en primer plano, que si es
capaz de hacerlo es por la presencia de el
analista.
Bien, para terminar retomo esto que plantee
al prinicipio entonces, el desconocimiento fundamental en que se sostiene el
inconsciente, y los significantes organicos, tomados del cuerpo, y encadenados
en la pulsion.
Se puede leer una resonancia con algo que
trabajamos respecto al seminario de la
identificación. Brevemente, me refiero
al problema de la identidad y la identificación. En relacion al significante,
no es posible sostener el principio de identidad ya que la su lógica implica
que un significante no puede sino representar a otro, es decir, nunca se
representa a si mismo. Para poder establecer que A es igual a A, necesito
entonces al menos dos significantes distintos, el segundo que este en lugar del
primero para poder referirme a aquel. Pero no solo eso, Miller plantea que en
el fundamento del pensamiento inconsciente, hay una falta, un no saber, un
desconocimiento. Esa marca, una vez mas no es entonces del orden del saber y de
la verdad, sino que se trata del orden de la experiencia y de la certeza como
decía mas arriba. En este lugar de desconocimiento no leo otra cosa que el
lugar del goce del sinthome, es decir, las coordenadas –por llamarlas de alguna
forma- del parletre. Es a partir del
desconocimiento fundamental de si mismo del parletre, y por lo tanto de la
identidad del sinthome, que es posible la experiencia analítica, que es posible
ubicar el inconsciente transferencial. Dicho de otra forma, el lenguaje es una
elucubración de saber sobre lalangue. Este acontecimiento de cuerpo y sus
resonancias nos permiten articular, me parece, las definiciones que da Lacan
respecto a la pulsion, como eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir, es
decir, como resonancia que se repite a partir de un cuerpo. Sin embargo
parecería allí encontrarse nuevamente una ambivalencia. Si se tratase de una
iteración este eco pulsional no podrá diferenciarse del goce, ahora bien, si
efectivamente se trata de una repetición de un decir, decir en tanto que
desarticulado de sentido, como goce, seria el fundamento para el goce sentido,
el goce fálico de la palabra, que deriva en la lógica significante y el
establecimiento del fantasma.
Retomando los ejes planteados entre estos
dos pares, experiencia y teoría, y primacia de lo simbolico y primacia de lo
real, creo que podemos tomarlos como hilo conductor de lo que es la ultimisma
enseñaza. Es decir, una relectura de la enseñanza de Lacan, primero en clave
simbolica y luego en clave real, reencontrando nuevas coordenadas a partir de
donde leer la experiencia analítica, detrás de la cual siempre corre al teoría,
o bien podríamos decir, la clínica.